
Río de Janeiro tras la tormenta: las secuelas del operativo contra el Comando Vermelho
La Operación Contenção dejó al menos 132 muertos en las favelas de Penha y Vila Cruzeiro. A días del operativo, Brasil sigue conmovido por el alcance de la violencia, las denuncias por ejecuciones y el temor a nuevas represalias.
El Comando Vermelho (CV), organización criminal nacida en las cárceles de Río de Janeiro a fines de los años 70, consolidó en la última década su dominio sobre amplias zonas de la capital fluminense. Con cerca de 30 000 integrantes y redes de narcotráfico que se extienden hacia Europa y África, la facción mantenía un férreo control territorial en las comunidades de la Zona Norte, especialmente en el Complexo da Penha y Vila Cruzeiro.
Durante 2024 y comienzos de 2025, los reportes de torturas, ejecuciones y castigos públicos impuestos por el CV se multiplicaron. Videos filtrados y denuncias judiciales revelaron escenas de violencia extrema: personas arrastradas por las calles, “juicios” populares y amenazas a familias que colaboraban con la policía. Estas pruebas sirvieron de base para la investigación que desembocó en la Operación Contenção.
En la madrugada del 28 de octubre de 2025, unos 2 500 efectivos de la Policía Civil, la Policía Militar y la Fuerza Nacional rodearon los accesos a Penha y Vila Cruzeiro. El objetivo era capturar a Edgar “Doca” Alves de Andrade, señalado como jefe regional del Comando Vermelho.
Los enfrentamientos se prolongaron durante casi 36 horas. Helicópteros sobrevolaron la zona y unidades blindadas ingresaron por los callejones bajo fuego cerrado. Al caer la noche del 29 de octubre, el saldo preliminar era escalofriante: 121 personas muertas, entre ellas cuatro policías. La cifra posterior ascendió a 132 víctimas, según la Defensoría Pública. “Doca”, el principal objetivo, logró escapar.
Vecinos de Vila Cruzeiro hallaron cuerpos en zonas boscosas y denunciaron ejecuciones extrajudiciales. Organismos de derechos humanos, la ONU y el Supremo Tribunal Federal exigieron explicaciones al gobierno estadual y reclamaron una investigación independiente.
El gobernador de Río de Janeiro defendió la acción afirmando que “se trató de un golpe necesario contra el crimen organizado”, mientras que el ministro de Justicia la calificó como “un ejemplo de coordinación federal para recuperar el territorio”. Sin embargo, ONG y líderes comunitarios denunciaron la destrucción de viviendas, el cierre de escuelas y centros de salud, y la pérdida de servicios esenciales en las áreas intervenidas.
A medida que pasan los días, Brasil continúa sacudido por el impacto del operativo. Para sectores de seguridad, representó “la mayor victoria contra el CV en una década”. Para críticos y defensores de derechos humanos, fue una masacre que profundiza el ciclo de violencia.
Los análisis posteriores indicaron que más del 60 % de los fallecidos no portaban armas y que varios cuerpos presentaban impactos de bala a corta distancia, lo que alimentó las sospechas de ejecuciones. Al mismo tiempo, informes de inteligencia advirtieron sobre posibles represalias del CV en otras regiones del país y en el tráfico internacional.
La Operación Contenção se mantiene como el episodio más mortífero en la historia policial brasileña y reabrió el debate sobre la letalidad policial, la eficacia de los operativos de ocupación territorial y la ausencia de políticas sociales en las favelas.
En las calles de Río de Janeiro, los vecinos intentan retomar la normalidad bajo el eco de las balas y el miedo a nuevas incursiones. La promesa oficial es “no abandonar los territorios recuperados”. Pero para muchos, la verdadera recuperación será posible solo cuando la justicia aclare lo ocurrido en esas dos jornadas que marcaron un antes y un después en la historia reciente del país.