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Un país de Excel: Milei presenta su presupuesto como dogma mientras la realidad se desangra

El presidente defendió el ajuste como única salida, con promesas de prosperidad futura, pero sin asumir el deterioro social que atraviesa el presente argentino.

Un país de Excel: Milei presenta su presupuesto como dogma mientras la realidad se desangra

El presidente defendió el ajuste como única salida, con promesas de prosperidad futura, pero sin asumir el deterioro social que atraviesa el presente argentino.

Un relato blindado por convicción ideológica

Este lunes 15 de septiembre, el presidente Javier Milei encabezó una cadena nacional para presentar el proyecto de presupuesto 2026. Fiel a su estilo, el mensaje fue menos una explicación de lineamientos técnicos que una reafirmación ideológica: déficit cero como principio incuestionable, y el gasto público como sinónimo de atraso y corrupción.

Con tono celebratorio, Milei habló de un “hito histórico” al alcanzar superávit fiscal sin default, algo que —según dijo— ningún argentino vivo habría experimentado. Sin embargo, ese logro contable no vino acompañado de una mirada sobre sus consecuencias sociales: caída del poder adquisitivo, crisis educativa, tensión sanitaria y aumento de la pobreza.

Superávit sin sustento ciudadano

El presidente proyectó una Argentina que podría crecer al 7 u 8% anual durante tres décadas, hasta convertirse en “una de las potencias del mundo”. Pero esa promesa de prosperidad futura se apoya en un ajuste profundo, que ha desfinanciado áreas sensibles como la educación, la ciencia, la obra pública y los programas sociales.

El presupuesto 2026 reduce el gasto primario nacional a su punto más bajo en 30 años. Incluso los aumentos prometidos en salud, educación o jubilaciones —un 5 a 17% por encima de la inflación— parten de una base ya fuertemente recortada. En ese contexto, la macroeconomía se impone como sustituto de la política.

Reforma sin consensos, gestión sin ciudadanía

Milei presentó el presupuesto como una hoja de ruta “fijada en piedra”. Esa metáfora evidencia no sólo la rigidez de su enfoque, sino una preocupante desvalorización del Congreso como espacio de deliberación democrática.

El presidente blindó su plan económico bajo un relato de salvación inevitable, en el que toda disidencia aparece como amenaza. La política se reduce a una tecnocracia contable, y la ciudadanía, a espectadora del sacrificio.

Instrumentos como la extinción de obligaciones recíprocas con las provincias o la presunción de inocencia fiscal son presentados como modernizadores. Pero su implementación, sin diálogo ni construcción de acuerdos, refuerza una lógica de concentración decisional y mínima participación institucional.

Diagnóstico lúcido, respuesta excluyente

Milei acierta al señalar que Argentina arrastra décadas de estancamiento. Pero su respuesta no es estructuralmente superadora: es una receta única, excluyente y dogmática, que presupone que cualquier intervención estatal es un lastre, y que el mercado resolverá todo.

El Presupuesto 2026, presentado como hoja de ruta hacia el desarrollo, consolida una Argentina planificada desde una planilla de cálculo, donde las personas son variables ajustables y el presente se sacrifica en nombre de un futuro siempre prometido.

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