
"Del grito solitario al clamor colectivo: cómo el feminismo transformó la sociedad argentina"
Una década después del surgimiento de Ni Una Menos, el movimiento que estalló en las calles sigue resonando en la política, la cultura y la vida cotidiana.
Hace diez años, Aixa Rizzo relató en un video cómo había repelido un acoso callejero con gas pimienta. Su testimonio, titulado "Del piropo a la violación", se viralizó en abril de 2015, en un contexto donde la indignación por la violencia machista comenzaba a hervir. Pocos meses después, el femicidio de Chiara Páez, una adolescente de 14 años, encendió la mecha de una revuelta social sin precedentes. El 3 de junio de aquel año, miles de personas ocuparon las plazas bajo la consigna Ni Una Menos, marcando un punto de inflexión en la historia reciente del país.
La chispa que incendió la pradera
Lo que comenzó como un llamado desesperado en redes sociales se transformó en un movimiento masivo. Periodistas, activistas y artistas tejieron redes para convocar a una marcha que superó todas las expectativas. "Pensábamos que irían 10 mil personas, y la plaza estalló", recuerda Ximena Espeche, integrante del colectivo fundador. La clave, según Marina Abiuso, otra de las organizadoras, fue la capacidad de traducir demandas complejas en un lenguaje accesible: "Era necesario decir lo obvio: que la violencia de género existe y es un problema de todos".
El fenómeno no surgió de la nada. Como señala la escritora Marta Dillon, el terreno había sido abonado por años de militancia: los Encuentros Nacionales de Mujeres, la Campaña por el Derecho al Aborto y la Ley de Identidad de Género fueron cimientos invisibles para el estallido. "Fue un basta al statu quo, pero también la aceleración de procesos que ya estaban en marcha", explica.
Un nuevo lenguaje político
El impacto del 3J trascendió la protesta callejera. Según la socióloga María Pía López, se trató de un "laboratorio político" que permeó escuelas, sindicatos y hogares. "Modificó la sociedad argentina hasta tal punto que hoy la ultraderecha nos señala como enemigos", afirma. La discusión sobre educación sexual, violencias machistas y diversidad dejó de ser marginal para instalarse en el centro del debate público.
Hinde Pomeraniec, otra de las periodistas fundadoras, destaca la habilidad del movimiento para interpelar a amplios sectores: "Logramos hablarle a todos, incluso a quienes hoy niegan las desigualdades". Ese eco permitió que, tres años después, el reclamo por el aborto legal ganara las calles y el Congreso.
Legado y desafíos
Una década después, los feminismos enfrentan nuevos ataques, pero también una consolidación impensada en 2015. "El sujeto político ya no es solo la mujer, sino la intersección de luchas", reflexiona Dillon. Lo que nació como un grito contra los femicidios devino en una pregunta más profunda: ¿Cómo queremos vivir con otres?
La plaza aquella ya es memoria, pero su eco persiste: en cada marcha, en cada aula donde se debate la ESI, en cada generación que aprendió a nombrar lo que antes se callaba. El camino sigue abierto, y la rabia, lejos de apagarse, sigue valiendo.