
Zeballos y el Golpe que Conquistó Roland Garros
El zurdo argentino escribió su nombre en la historia del tenis con una jugada magistral y la consagración en dobles, tras años de perseverancia y sueños cumplidos.
El estadio Philippe Chatrier contuvo el aliento. Bajo el techo cerrado por la amenaza de lluvia, el silencio se hizo dueño del ambiente en un instante cargado de dramatismo. La pelota, detenida en el polvo de ladrillo tras rozar la cinta, parecía imposible de devolver. Joe Salisbury, el británico, ejecutó un delicado bandeja cruzado con la intención de dejar fuera de juego a sus rivales. La lógica dictaba que el punto terminaba allí. Pero en la otra mitad de la cancha aguardaba un hombre que convierte lo improbable en realidad.
Horacio Zeballos, el zurdo marplatense, no conoce de límites cuando su raqueta entra en acción. Con el marcador 3-3 y 15-40 en el tercer set de la final de dobles, el argentino desafió las leyes de la física. Abandonó la cancha, extendió su brazo y, en un movimiento casi sobrenatural, filtró la pelota entre el poste de la red y un cartel publicitario. El proyectil surcó el aire sobre la placa que homenajea a Rafael Nadal, el rey de Roland Garros, como si el destino hubiera tejido un guiño poético.
Esa jugada, viralizada en segundos, encapsuló la esencia de un deportista único. Zeballos, de 38 años, no solo rompió las barreras del lenguaje digital —ajeno a los códigos de las redes— sino que entregó un momento digno de leyenda. "Dejé la vida. No me importó nada, le puse el corazón", confesó después del partido. Fue el punto culminante de una batalla épica que lo coronó campeón de Grand Slam por primera vez, junto a su compañero Marcel Granollers, tras superar a la pareja británica Salisbury y Skupski por 6-0, 6-7 (5) y 7-5.
La victoria no fue solo un triunfo deportivo, sino una liberación. Zeballos arrastraba el peso de tres finales perdidas en majors —US Open 2019 y Wimbledon 2021 y 2023— y una carrera repleta de méritos sin el broche dorado. Número uno del mundo en dobles el año pasado, dueño de nueve títulos ATP Masters 1000, su ausencia en el podio de los grandes torneos era una paradoja. Hasta ahora.
En la pista, el argentino demostró por qué es un jugador distinto. Mientras Granollers luchaba contra la inconsistencia —falló un smash clave en el tie break del segundo set—, Zeballos mantuvo la calma y dirigió la orquesta con su zurda mágica. "Sabíamos que la diferencia estaba en lo mental. Pedí consejos a McEnroe, Henman, incluso a Alcaraz. Quería aprender de los campeones", reveló.
Su historia, tejida desde la humildad del Edison Lawn Tenis de Mar del Plata, donde soñaba de niño con levantar la copa en París, encontró su capítulo definitivo. "De chico jugaba en el club de mi padre y decía: Ojalá algún día gane Roland Garros. Hoy se cumplió", confesó con emoción.
Ahora, como el primer argentino en alzar el trofeo de dobles masculino en París, Zeballos no solo saldó una deuda consigo mismo, sino con el tenis. Porque algunos jugadores trascienden los títulos: se convierten en símbolos. Y él, con ese golpe imposible, ya es eterno.